[4]DOÑA
BÁRBARA (1929)
Edgardo Rafael Malaspina Guerra
I
Desde
los pupitres escolares nos hablaron de Rómulo Gallegos y Doña Bárbara. Nos
explicaron que la obra reflejaba el conflicto entre la civilización (Santos
Luzardo) y la barbarie (Doña Bárbara), como en Facundo de Domingo Sarmiento. El determinismo geográfico condiciona la vida
del llanero (como la pampa influye sobre el gaucho) y el atraso sociocultural
es consecuencia del caudillismo encarnado por Juan Vicente Gómez.
II
La
novela termina con un mensaje optimista : ¡Llanura venezolana!
¡Propicia para el esfuerzo como lo fuera para la hazaña, tierra de horizontes
abiertos donde una raza buena ama, sufre y espera!
Doña
Bárbara se marcha, pero queda abierta la posibilidad de que regrese porque no
se precisa su destino: “La noticia corre de boca en boca: ha desaparecido la
cacica del Arauca. Se supone que se haya arrojado al tremedal, porque hacia
allá la vieron dirigirse, con la sombra de una trágica resolución en el rostro;
pero también se habla de un bongo que bajaba por el Arauca, y en el cual alguien
creyó ver una mujer”.
Jorge
Olavarría en su discurso del 5 de julio de 1999 explicó con lujo de detalles que,
con Chávez, Venezuela regresaba al caudillismo : Doña Bárbara volvió.
III
Frases
contundentes de Jorge Olavarría que pronostican el regreso a la barbarie , a un pasado doloroso superado:
-Si
los venezolanos nos dejamos alucinar por un demagogo dotado del talento de
despertar odios y atizar atavismos de violencias, con un discurso embriagador
de denuncia de corruptelas presentes y heroicidades pasadas, el año entrante
Venezuela no entrará en el siglo XXI. Se quedará rezagada en lo peor del siglo
XX. O retornará a lo peor del siglo XIX.
-
Nunca antes, salvo los días de Boves y Morales, se había hecho una prédica tan
clara y abierta en favor del caos y la anarquía.
-Estamos,
pues, ante la necesidad de desvelar un enorme engaño, que nos está invitando a
elegir no a unos representantes encargados de hacer una nueva Constitución,
sino a unos Dictadores.
-
Si la Ley se rompe por quien tiene que respetarla y hacerla respetar, se acaba
la disciplina. Se acaba la Fuerza Armada. Se acaba el Estado. Palabra de
Bolívar. Así de clara. Así de sencilla.
-En
su día fueron más los que siguieron a Boves que a Bolívar. Pero para nuestra
fortuna, no todos los venezolanos de entonces se hicieron soldados de Boves. Y
no todos los venezolanos de hoy, son como los que ayer siguieron a Boves.
-Porque
no somos pocos los venezolanos que estamos angustiados por las tempestades que
van a provocar los vientos de odio, de ilegalidad y de violencia sin razón ni
sentido, que hoy se están sembrando-
-
Mañana, mis hijos y mis nietos no me podrán reclamar el no haber dicho lo que
debía decir cuando pude y debí decirlo. Lo dije. Yo cumplí. Ahora les toca a
ustedes.
IV
Frases
en Doña Bárbara:
1
¡Ancho llano! ¡Inmensidad bravía! Desiertas
praderas sin límites, hondos, muchos y solitarios ríos.
2
Había
envejecido en una noche, tenía la faz cavada por las huellas del insomnio, pero
mostraba también, impresa en el rostro y en la mirada, la calma trágica de las determinaciones
supremas.
3
Doña
Bárbara se detuvo a contemplar la porfiada aberración del ganado, y con
pensamientos de sí misma materializados en sensación, sintió en la sequedad
saburrosa de su lengua, ardida de fiebre y de sed, la aspereza y la amargura de
aquella tierra que lamían las obstinadas lenguas bestiales
4
Afuera,
la luna brillaba sobre el palmar silencioso que se extendía en torno al rancho,
inmóvil en la calma de la noche, y más allá se reflejaba en el remanso del
tremedal. Era honda y transparente la paz del paisaje lunar.
5
Y
entretanto, afuera, los rumores de la llanura arrullándole el sueño, como en
los claros días de la infancia: el rasgueo del cuatro en el caney de los
peones, los rebuznos de los burros que venían buscando el calor de las
humaredas, los mugidos del ganado en los corrales, el croar de los sapos en las
charcas de los contornos, la sinfonía persistente de los grillos sabaneros y
aquel silencio hondo, de soledades infinitas, de llano dormido bajo la luna,
que era también cosa que se oía más allá de todos aquellos rumores..
6
Noche
de luna llena, propicia para los cuentos de aparecidos. Bajo los techos de los
caneyes o encaramados en los tramos de las puertas de los corrales, siempre hay
entre los vaqueros alguno que hable de los espantos que le han salido.
7
La
ambigua claridad del satélite, trastornando las perspectivas, puebla de duendes
la llanura. Son las noches de las pequeñas cosas que de lejos se ven enormes,
de las distancias incalculables, de las formas disparatadas. De las sombras blancas
apostadas al pie de los árboles, de los jinetes misteriosos, inmóviles en los
claros de sabana, que desaparecen de pronto cuando alguien se queda mirándolos.
8
Los
rayos tendidos del sol de los araguatos doran los troncos de los árboles del
patio, el paloapique de los corrales y la horconadura de los caneyes bajo la
sombra violácea de las pardas techumbres, y cuando ya el disco rutilante del
astro se ha ocultado tras el horizonte, quédanse sobre el inmenso disco más y
más oscuro de la sabana, largas nubes cual barras de metal fundido, arreboles
de entonaciones calientes, y el trazo firme y negro de la silueta de una lejana
palmera solitaria contra el resplandor del ocaso.
9
El
centauro es una entelequia. Cien años lleva galopando por esta tierra y pasarán
otros cien. Yo me creía un civilizado, el primer civilizado de mi familia; pero
bastó que me dijeran: «Vente a vengar a tu padre», para que apareciera el
bárbaro que estaba dentro de mí.
10
De
pronto el soñador, ilusionado de veras en un momentáneo olvido de la realidad
circundante, o jugando con la fantasía, exclamó:
–¡El
ferrocarril! Allá viene el ferrocarril.
Luego
sonrió tristemente, como se sonríe al engaño cuando se acaban de acariciar
esperanzas tal vez irrealizables; pero después de haber contemplado un rato el
alegre juego del viento en los médanos, murmuró optimista:
–Algún
día será verdad. El progreso penetrará en la llanura y la barbarie retrocederá
vencida. Tal vez nosotros no alcanzaremos a verlo; pero sangre nuestra
palpitará en la emoción de quien lo vea.