EL
CABALLO DE LEDESMA (1942)
(
Al leer este libro es inevitable recordar a Óscar Pérez)
Edgardo
Rafael Malaspina Guerra
El
historiador y ensayista Mario Briceño Iragorry
(1897-1958) en su libro “El caballo de Ledesma” (1942) nos habla del
hombre que está dispuesto a todo para defender la patria, incluso si en ese
cometido nadie lo acompaña.
Alonso
Andrea de Ledesma (1537-1595) se enfrentó a las huestes del pirata Amyas
Preston, , que querían saquear Caracas en 1595. Los militares españoles salieron a buscar al
pirata, pero el corsario tomó otro sendero y llegó a la ciudad desprotegida. Los habitantes de Caracas huyeron, y Ledesma fue
al combate en solitario. Montó en su caballo y atacó a los filibustero. Fue
muerto, pero Preston le rindió honores por su valentía.
Dicen
que la historia de Ledesma y su caballo inspiró a Miguel de Cervantes para
escribir su Quijote (1605). Simón Bolívar dijo: “Rousseau describe al hombre
como es; Cervantes en su Quijote describe al hombre como debería ser”
Argenis Rodríguez afirmaba que alguien tenía
que indicar el camino a los hombres, alguien tenía que involucrarse y mostrar
la verdad con el ejemplo de su vida y de su muerte : “Cada época exigió el
sacrificio de un hombre. Este hecho
debería estremecer todo el género humano para su renovación espiritual”.
1
Para
los que flaquean, para quienes dudan del triunfo final de la justicia, para
aquellos que parecen anunciados de la muerte de Dios, está la lección de los
hombres antiguos.
2
Ledesma
es la imagen del hombre que no teme quedar íngrimo para seguir pensando consigo
propio. Del hombre que no vuelve a mirar a su lado en busca de vecinos en
quienes afincar la fe de sus conceptos.
3
Las
medias palabras sólo sirven para expresar pensamientos sin forma ni sentido,
pensamientos falsos, máscaras de verdades que quedan en el fondo del espíritu avinagrándolo.
4
Yo
invoco el símbolo eterno de Alonso Andrea de Ledesma como expresión de una
actitud heroica que es necesario asumir en esta hora de crisis de las
conciencias.
5
Sobre
“los prudentes”:
Necesitamos
una cruzada contra el silencio , un callar calculado más que un silencio
confundible con la actitud esperanzada de quienes meditan para mejor obrar. Es
un silencio de disimulo, un silencio cómplice de la peor de las indiferencias.
Se puede callar por prudencia en un momento de desarmonía social, cuando la
palabra adquiere virtud de temeridad. Mas, cuando existe el deber de hablar,
cuando el orden político no tiene para la expresión del pensamiento la amenaza
de las catástrofes aniquiladoras, es más que delito ese empeño de achicar las
palabras, ese propósito malévolo de destruirles su sustancia expresiva.
6
Ese
impulso solitario a la verdad y al cumplimiento del deber yo lo he visto expresado
en el mito de Andrea de Ledesma.
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