CON LAS BRIGADAS ESTUDIANTILES EN KAZAJSTÁN
(O DE CÓMO AYUDÉ A CONSTRUIR EL COMUNISMO)
Edgardo Malaspina
1
Son tres días en tren desde
Moscú hasta Kazajstán, el país de las estepas, y el Valle de las Piedras, donde
las dunas cantan al soplo de los vientos
y se encuentra el cosmódromo Baikonur,
rampa de lanzamiento del primer hombre al espacio.
2
El viaje se hace
ligero, la lectura hace olvidar las distancias.
A veces conversas amenamente con los compañeros del vagón, juegas al
ajedrez o te entretienes en la ventanilla observando los paisajes móviles:
estaciones con gente apresurada, árboles grandes, rieles paralelos, trenes en
sentido contrario que dejan un ruido sordo, pueblos con casas de madera,
hombres trabajando en un huerto o arreando vacas. Sueñas con el traqueteo del tren. En la mañana tomas el té caliente, y eso cae
muy bien en el estómago.
3
Atravesamos los Montes Urales con su
vegetación impresionante; la estepa, el desierto, arena y piedra para
entristecerse y reflexionar. Tal vez
contemplando un paisaje similar de inhóspito,
el poeta ucraniano Tarás Shevchenko
escribió:
-El
desierto no tiene verdor alguno, sólo arena y piedras. Uno se siente tan
triste, que dan ganas de ahorcarse”.
Bueno, no era para menos: estaba preso.
Luego el espíritu se reconforta: aparecen
pinares y ajenjos, bosques de bayas y setas.
Más tarde vemos las yurtas,
las viviendas de los pastores, cónicas, de piel de oveja y cercas de madera.
4
Vivíamos en el koljoz “18 años
de Kazajstán”, cerca de Shortandí, en una casa de paredes muy anchas. De día el calor era agobiante, y de noche
hacía mucho frío. Estuvimos en Tselinograd
y en Alma – Ata, la capital. Almá – Ata
es la ciudad de los manzanos, las calles rectas, los canales y las fuentes
refrescantes. Visitamos el Teatro
Académico Kazajo de Ópera y Ballet “Abái”, contemplamos la montaña de Koktiubé.
5
Las brigadas estudiantiles de trabajo
voluntario permitían obtener un dinero extra, pero también era una actividad
idealista: una parte de lo ganado era destinado a un fondo de solidaridad con
los pueblos en lucha contra el imperialismo, el neocolonialismo, el fascismo y
la reacción. Así nos lo transmitían. Así lo repetíamos con orgullo. En cada oportunidad, en 1978 y ahora en 1979,
aportamos tres días de nuestro trabajo a
esos fondos solidarios.
6
Nuestra labor se relacionaba con
la construcción: hacíamos casas con paredes hasta de un metro de grosor y
techos compuestos de varias capas de diferentes materiales, aserrín y cemento.
Este tipo de viviendas tiene una ventaja: cuando hay nieve produce calor, y al
contrario, durante la estación calurosa son frescas porque no las penetra la luz solar.
7
Nos levantábamos temprano, y
luego del desayuno nos dirigíamos a la construcción. Usábamos muchas piedras,
las cuales cargábamos en parihuelas; y ese era precisamente uno de mis
ocupaciones. En la tarde descansábamos. Los sábados eran también laborales; pero
el domingo era de fiesta. Varias veces, al aire libre, hicimos la típica
parrilla rusa o shaslik. La cerveza
la traían en barriles y nadie se preocupaba en enfriarla. Era una cerveza
fuerte y de un amarillo oscuro. A veces la fiesta era en un salón con música en
vivo y mucho vino. Recuerdo un vino tinto ácido llamado Aldán que vendían en
botellas pequeñas.
8
Observé que la gente solía andar
en sus caballos y que la estepa es muy similar a nuestro llano. En un momento
de nostalgia empecé a escribir unos cuartetos
dedicados a Páez.
Un día nos invitaron a una
yurta. Sentados sobre el dastarján – un
mantel en el piso -, probamos el beshbarmak, un aderezo con carne de cordero,
muy sabroso. Mientras bebíamos el kumís,
se dijo que para los kazajos la cultura era no olvidar a las generaciones
pasadas y venideras, hasta la séptima.
Alguien empezó a tocar la dombra, un instrumento musical del folklore de
este país. Las cuerdas, sonaron como
lejanas. Era una música extraña, (al
menos para mí) pero agradable.
9
El presidente del koljoz solía
venir a nuestro campamento. Decía que su empresa había cumplido con los planes
del año con muchas ganancias y nos obsequiaba carne, leche y mantequilla,
productos que normalmente no se veían en otros koljozes similares.
10
En agosto se celebraba el día
del constructor. En esa fecha los dirigentes de la brigada eran derrocados
simbólicamente y se decretaba una parranda general. Durante el golpe de estado
se decían cosas muy duras, sólo permitidas para esa ocasión. Por ejemplo, los
líderes del golpe criticaban a las autoridades estudiantiles. Estas
acusaciones, para un buen entendedor, eran una crítica general a todo lo que
estaba pasando en la
Unión Soviética. La comida y el trago sobraban. Luego las
autoridades entregaban reconocimientos a los obreros-estudiantes. Conservo uno
de esos diplomas con una bandera roja, el rostro de Lénin , la hoz ,el martillo
y las palabras: “Honor y gloria a los
vanguardista de la competencia”.
11
Al terminal nuestras labores el
presidente del koljoz me entregó un diploma, me estrecho la mano y solemnemente
me dijo:
- Camarada Edgardo. Usted está
contribuyendo a la construcción del comunismo .Ha aportado su granito de arena
para esa gran causa mundial.
12
En aquella época ayudábamos a
construir el comunismo, estudiábamos a
Marx, Engel y Lenin. Leíamos “La
Madre” de Gorki, “Tinieblas y amanecer” de Alexéi Tolstói, “El Don apacible” de
Shólojov, “Esta es tu causa” de Yuri Guerman, “Así se templó el acero” de Ostrovski
y los diarios del Che Guevara, entre otros libros que hablan de la revolución.
Pero no sabíamos nada sobre Archipiélago
Gulag, ni de la existencia de Andorra ni de sus bancos.
Por
eso no me cansaré de decirlo:
¡Ellos van, yo estoy de regreso desde hace
mucho tiempo!
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