LA
MAGNANIMIDAD DEL VENEZOLANO
[Plaza
del Armisticio de Santa Ana. Estado Trujillo]
1
La
magnanimidad es sinónimo de grandeza de ánimo y de generosidad. El venezolano ha sido magnánimo desde los
albores la República. La Historia de
Venezuela tiene muchos ejemplos de
gestos de magnanimidad en el ámbito político-militar.
2
En
1820, en plena Guerra a Muerte, Bolívar y Morillo olvidan sus diferencias para
considerarse adversarios y no enemigos. Se abrazan, intercambian regalos, comen
en una misma mesa y duermen en el mismo cuarto. Firman un armisticio y se juran
amistad eterna. El Padre de la Patria coloca la primera piedra de la
magnanimidad en la política venezolana.
3
Páez
sufre un ataque epiléptico en medio de la Batalla de Carabobo (1821). El
comandante del ejército realista Antonio Martínez, en vez de rematarlo y
recibir premios, condecoraciones y medallas, auxilia al Centauro del Llano y
evita que muera lanceado, apartándolo del combate. Cuando Martínez cayó en desgracia, más tarde,
Páez lo ayudó generosamente. Páez de
Curpa y Martínez de Calabozo son dos llaneros en bandos contrarios, pero
también dos venezolanos magnánimos.
4
En
1824, luego de finalizar la batalla de Ayacucho, llevaron apresado ante el general Antonio José de Sucre a su
enemigo en el combate, el virrey La Serna, quien herido entrego su espada al
venezolano. Sucre expresó: "Honor al vencido, Gloria al vencedor. Conserve
su espada porque está en manos de un valiente”. Los españoles fueron tratados
con nobleza e hidalguía.
5
En
1828 Pedro Carujo intentó asesinar a Bolívar en Bogotá en la conocida
Conspiración Septembrina. Como todo traidor (le debía un montón de favores a
Bolívar) involucró cobardemente a otros, entre ellos al general Santander.
Ambos fueron condenados a muerte. En Consejo de Ministros indultó a Carujo,
mientras que Bolívar hizo lo mismo con Santander.
6
En
1847 Antonio Leocadio Guzmán fue condenado a muerte. José Tadeo Monagas lo
indulto, y en 1849 lo hizo ministro de Interior y Justicia, y más tarde llegó a la vicepresidencia de la República.
7
Páez
y Falcón, enfrentados en la Guerra Federal, se reunieron en 1861 en el Campo de
Carabobo. Se abrazan; y Páez llora
cuando cuenta los pormenores de la
batalla que selló nuestra independencia.
Son enemigos de la guerra, son adversarios políticos, pero también son dos
venezolanos honorables, civilistas y magnánimos.
8
Y
así pudiéramos dar muchos otros ejemplos; pero es mejor acercarnos a nuestro
tiempo.
A Carlos Andrés Pérez durante su segunda
presidencia (1989-1993) le informan varias veces sobre los preparativos
subversivos del comandante Hugo Chávez. Pero CAP hace caso omiso y sugiere no
truncarle la carrera al joven militar.
Durante
la intentona golpista del 4 de febrero de 1992 mueren más de cien personas.
Chávez es encarcelado por dos años e indultado por el presidente Caldera, en un
gesto típicamente magnánimo de la política venezolana, como lo muestra nuestra
Historia.
9
Tengo
moral para hablar sobre este tema porque formé parte de los miles de
venezolanos que clamamos y solicitamos la libertad de Chávez. Escribí notas,
escribí versos y le envié libros a la cárcel, porque esto se podía hacer.
Chávez
me lo agradeció con un carnet original, cartas y pinturas. (Escribí un artículo
detallado sobre este tema.).
El
20 de diciembre de 2010 durante los actos de la X Promoción de Médicos
Cirujanos de la Universidad Rómulo Gallegos (UNERG) en el Teatro Teresa
Carreño, de la cual tuve el honor de ser padrino, también tuve otro gran honor:
conversar no con el preso Chávez , sino
con el presidente de la República.
Me recordó, me abrazó y me dijo: “Tú no eres
Malaspina, tú eres Buenaespina”, y pidió
a los periodistas una foto juntos.
10
Por
todo lo contado, y repito, porque me considero con moral para hacerlo, así como
una vez pedí públicamente la liberación de Chávez, y luego la de mi paisano Raúl
Baduel, ahora pido la de Leopoldo López.
Así somos los venezolanos: solidarios y comprensivos con los caídos en
desgracia.
11
Falta
un capítulo para saber si la Historia Política de Venezuela seguirá la
tradición de magnanimidad que la caracteriza o se desviará por el camino de la
ignominia.
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