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EZEQUIEL ZAMORA, EL HÉROE OLVIDADO DE
LA OPOSICIÓN. CARLOS ANDRÉS PÉREZ, UN ZAMORANO GENUINO.
ERMG
[Ezequiel Zamora.
Régulo Pérez]
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El héroe de la Guerra Federal está de moda, y
yo he evocado varias referencias sobre él. La primera vez que escuché el nombre
de Ezequiel Zamora fue en la escuela primaria. La maestra Dalila, allá en Las
Mercedes del Llano, y a quien debo los pocos conocimientos sobre historia patria, tenía un método de
enseñanza que consistía en explicar el tema, al final del cual daba una guía
para repasar la materia vista. Cuando abordamos la biografía de Zamora, la
primera pregunta era: ¿Dónde y cuándo nació Ezequiel Zamora? Inmediatamente, debíamos
contestar: nació en Cúa, el primero de febrero de 1817. Desde entonces esa frase-respuesta
nunca se me olvida.
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El
poeta Miguel Pérez me mostró el sitio exacto donde mataron a Zamora en
San Carlos en 1860: “Aquí cayó, con un plomazo en el ojo. Guzmán trató
de sostenerlo, de este lado”. Me indicó el irreverente bardo cojedeño.
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Una vez hicimos una expedición, dirigida por
Adolfo Rodríguez y Noel Lugo, visitando los sitios de las andanzas de Zamora
por el Guárico.
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En
el 2001, siendo rector José Rafael Herrera, se le rindió un homenaje a Brito
Figueroa y a Ezequiel Zamora en la Universidad Rómulo Gallegos de San Juan de
los Morros (UNERG). En el Consejo Universitario se develó un cuadro del pintor
Régulo Pérez. En esa obra están Brito Figueroa y su biografiado Ezequiel
Zamora. Allí aparecen el caballo de Zamora, una flor amarilla que llevaba cuando iba a los encuentros bélicos, una palmera, un
pájaro rojo de los llanos y el sol.
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En mi casa tengo una copia de un cuadro de
Zamora, pintado por Chávez, y el cual me regaló como agradecimiento a una carta
que le envié cuando estaba preso. Allí hay una leyenda escrita por el propio
Chávez: “Tierras y hombres libres. Elección popular”. Esa pintura me la trajo
mi cuñado Argenis Osorio, quien era amigo de la familia de Chávez.
En
mi biblioteca tengo varios libros sobre Zamora: “Ezequiel Zamora. Un capítulo
de la Historia Nacional”, de Federico Brito Figueroa y que compré en el puente
de Las Fuerzas Armadas en Caracas. Uno de la Batalla de Santa Inés que me
regaló Oldman Botello, el autor; el de José León Tapia (A la espera del amanecer), obsequio de
Argenis Ranuárez; el de Manuel Donis Ríos (de la Biblioteca Biográfica
Venezolana de El Nacional) y el que me obsequió el doctor Adolfo Rodríguez,
ganador de varios premios y publicado por la Academia Nacional de la Historia.
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Para
hablar de Zamora (así como de cualquier humano), bien podríamos tener como
referencia el poema Verdades amargas: Existe la virtud, Yo no lo niego, /, pero siempre en conjunto defectuoso, /hay rasgos de virtud en el malvado/y hay rasgos
de maldad en el virtuoso”. Sí, Zamora era esclavista y vendió sus esclavos
cuando José Gregorio Monagas los liberó. El único dios del Olimpo que hemos
tenido es Simón Bolívar. Los demás son semidioses. Bolívar emitió decretos para
liberar a los esclavos y liberó a los propios. Adoraba a la negra Hipólita como
su propia madre y respetaba a Matea. Pero otros héroes de su época como Juan
José Rondón eran esclavistas. Rondón era un negro que tenía esclavos negros. De
manera que Zamora era esclavista porque esa una forma de la propiedad privada
de la época. Sobre sus actuaciones sexuales debo recordar lo que me dijo una
anciana: “De la gente se habla de la cintura para arriba”.
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Cuando
se inauguró la Universidad Ezequiel Zamora, Argenis Rodríguez escribió un
furibundo artículo donde decía que una casa de estudios no podía llevar el
nombre de un analfabeto que además odiaba a los que sabían leer y escribir.
Pero
hay una virtud que cubre todos sus defectos: Zamora dio su vida por la
federación, es decir, por la descentralización. Pidió autonomía para las
regiones. Solicitaba que el centro no ofuscará a la provincia. En ese sentido,
el único zamorano genuino que hemos tenido es Carlos Andrés Pérez, que creó una
universidad con su nombre, aprobó un concurso literario para ensalzar su vida,
y finalmente materializó su legado al decretar las elecciones de gobernadores y
alcaldes, lo más parecido a la federación.
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“La
llamada del fuego, vida, pasión y mito de Ezequiel Zamora” del doctor Adolfo
Rodríguez abarca todos los extremos, tanto políticos como personales, sobre el héroe
de la Guerra Federal; y algo queda muy claro, luego de su lectura: Zamora, por sus ideales y actuaciones, pertenece más al bando de la oposición que al del
gobierno.
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Rodríguez
dice que para las elecciones de 1846 Zamora acosó a los electores exigiéndoles el voto, alojó a alguno y le dio
de comer hasta la hora de votar. Eso ahora se llama propaganda electoral,
logística, etc. Los votos de Zamora fueron anulados y se le aplicó una
inhabilitación por cuatro años, de acuerdo a la Constitución vigente para la
época.
Pero
más adelante, Rodríguez explica que quienes delatan a Ezequiel son “trece
individuos, algunos enemistados con Zamora”; y entre los testigos en el juicio
están “cuatro presuntos ladrones”. En alguna parte uno ha visto esas vagas
acusaciones de gente también vaga e impresentable como aquella del siglo XIX
para anular la elección de los verdaderos triunfadores.
En
aquella ocasión Zamora reaccionó contra la autoridad como consideró que
correspondía: “a coñazo limpio”. Rodríguez
cita: “Abofeteó en el acto a dos o tres conjueces, lo que ocasionó su
arresto”. Lo demás es historia conocida.
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Zamora
propugnaba la elección popular, el principio alternativo, la federación como
régimen político ,autonomía de las regiones para no ofuscar a la provincia (el gobierno
chavo-madurista es profundamente centralista).
Además.
A Zamora le anularon su elección, lo
inhabilitaron y lo arrestaron. ¿A quién se parece más?
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Para
apoderarse de la Figura de Ezequiel Zamora, el gobierno recurrió a una máxima de
Protágoras: “Sobre cualquier tema se pueden mantener con igual valor dos tesis contrarias entre sí”.
[Casa
de Zamora en Villa de Cura en deplorable estado]
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