EL APLAUSO INFINITO O EL SÍNDROME DE LAS FOCAS
Edgardo Malaspina
1
Uno
de los puntos centrales de Archipiélago Gulag de Alexander Solzhenitsyn gira en torno al culto de la
personalidad hacia Stalin, criticado
luego, duramente, por Nikita Jruschov.
Hay
un pasaje tragicómico memorable en el
segundo capítulo de la primera parte del libro. Se trata del aplauso infinito,
el cual también podemos denominar “el síndrome de las focas”. Además del culto
a la personalidad ya instaurado también se entiende como un camarada era
arrestado y sustituido por otro camarada que también sería encarcelado como en
esas reacciones atómicas en cadena.
2
Se
estaba celebrando una reunión del partido en un distrito de Moscú. La presidía
el nuevo secretario en sustitución del anterior que ya estaba en la cárcel por
traidor. Al final se tomó una resolución
de fidelidad al camarada Stalin. Todos se levantaron y empezaron aplaudir. “En
la sala estallaron los aplausos torrenciales, que desembocaron en una ovación”.
3
Pasaron
tres minutos, cuatro minutos, cinco minutos y los aplausos seguían siendo
torrenciales. A los camaradas le dolían las manos, los brazos se le dormían y
les faltaba el aire, pero no paraban de
aplaudir.
4
La
situación era estúpida y ridícula pero nadie se atrevía a ser el primero en
dejar de aplaudir porque podría ser acusado de infidelidad. El secretario
recién nombrado sabía que su anterior en el cargo estaba preso. Por eso tenía
miedo el ser el primero el cesar los aplausos. En la sala estaban los policías
del NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos) observando con suma
atención quién sería el traidor que dejara de aplaudir de primero.
5
Los
aplausos llegaron a los ocho minutos. Estaban cansados y temían morir de un
paro cardíaco. En medio de la sala se podía trampear y descansar un poco, pero
los que estaban en la mesa del presidio estaban perdidos, convertidos en
móviles perpetuos.
6
A
los once minutos de aplausos tenían caras de angustiados, y el director de una
fábrica de papel que estaba en el presidio decidió para la locura y se sentó.
Inmediatamente todos dejaron de aplaudir.
7
En
la noche los gendarmes visitaron la casa del director de la fábrica de papel.
Lo acusaron por un motivo distinto y le dieron diez años de cárcel.
8
Luego
de la sentencia el juez instructor le dijo al director de la fábrica de papel:
-y
nunca seas el primero en dejar de aplaudir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario