sábado, 1 de diciembre de 2018

REALISMO NO SOCIALISTA EN LA PINTURA


REALISMO NO SOCIALISTA EN LA PINTURA

Edgardo Malaspina
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En 1988 los tiempos estaban cambiando en la URSS. Un pintor desconocido, Pioter Belov, murió y en su taller encontraron una serie de cuadros, cuyos temas se contraponían al Realismo Socialista en el arte. Inmediatamente se organizó una exposición con sus obras en correspondencia con  los nuevos vientos que soplaban.
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Hice una larga cola para ver esta muestra de Pioter Belov que según afirmaba la crítica
“no se sometió a los dictados del realismo socialista”.  La exposición   póstuma  tuvo una calificación unánime: reflejaba un pasado doloroso con un patético y verdadero realismo.
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En el cuadro “Rincón sin nieve” se observa al escritor Bulgakov completamente a la intemperie, cubierto por la nieve del ostracismo literario. Apenas su rostro es visible.








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 En “Pasternak”, obra singular, notamos que el escritor ha salido airoso de la persecución: su mano está libre para seguir escribiendo y denunciando. Nikita Jruschov, su censor, no ha tenido la misma suerte: en el suelo está un periódico Pravda con una foto del secretario general del PCUS sobre quien caen resto de estuco. Está enlodado, pues.
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 En el lienzo “El año 41” un paternal Stalin, identificado por la pipa como uno de sus atributos más característicos, envía sus soldados a la guerra, lanzando sobre ellos, tal vez deliberadamente,  un fósforo encendido lo que sin duda simboliza la represión de su propio sacrificado pueblo.

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 Lo mismo sucede con la acuarela “Dientes de León”: cada flor es un humano, una individualidad, una conciencia pisoteada por la bota del sátrapa.






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En “Reloj de Arena” Stalin observa las partículas que no son más que los cráneos de sus víctimas.








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 En el lienzo “La llegada de los grajos” los artistas perseguidos durante la administración de Brezhnev (Visovtski, entre otros) luchan por sobrevivir; y alguien después de realizar sus necesidades fisiológicas ha utilizado en calidad de papel higiénico un periódico Pravda en el que puede verse el rostro del líder soviético: la venganza es clara.

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En “Bielomorkanal” hay una reminiscencia de  los gulag. Una cajetilla de la famosa papirosa es usada para confinar a los supuestos enemigos del pueblo. El alambre de púas completa la imagen de campo de concentración.
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Por último tenemos “El comandante de la brigada especial”. Allí un anciano rinde tributo a la memoria de Stalin: sobre sus piernas sostiene su retrato con la peculiar franja luctuosa. A la izquierda lo acompaña un brioso perro. El mensaje es claro: la obediencia de este viejo camarada es perruna…


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